Investigadores del Centro de Biotecnología y Genómica de Plantas,
centro mixto de la Universidad Politécnica de Madrid y del Instituto
Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria del CSIC
(CBGP, UPM/INIA-CSIC) han participado en un macroestudio genético para
analizar la evolución de la vid y su proceso de domesticación. Mediante
la secuenciación de 2.448 genomas de muestras de vid, recolectadas por
23 instituciones científicas en 16 países de la cuenca Mediterránea y
Asia Oriental, los investigadores han descubierto que la domesticación
de la uva no se produjo a través de un único proceso, sino que fue
doble. Los resultados se publican en la revista Science.
La domesticación de las plantas, que sustentan el surgimiento de la
civilización humana, se produce a través de una compleja interacción de
procesos geológicos, biológicos y culturales. En el caso de la vid, los
ciclos glaciales que se sucedieron durante el Pleistoceno (entre 2,5
millones de años y 11.700 años) dividieron en dos los ecotipos de la
vid, es decir, las subpoblaciones genéticamente diferenciadas y
restringidas a un hábitat específico: orientales y occidentales. El
último avance glacial de hace unos 11.000 años provocó la división del
ecotipo oriental en dos grupos ubicados en Oriente Próximo y en el sur
del Cáucaso, que permitieron producir vides de mesa y vino,
respectivamente, y que revelan un proceso de domesticación dual en la
vid.
“A pesar de estar separados por más de 1.000 km, los dos procesos de
domesticación parecen haber ocurrido contemporáneamente, como indican
las huellas genéticas de selección en distintos genes implicados en la
domesticación de la vid”, explica Rosa Arroyo García, investigadora que lidera el grupo del CBGP que ha participado en el estudio.
Aunque el proceso identificado en el sur del Cáucaso se asocia con la
elaboración temprana del vino, lo cierto es que su difusión e
influencia geográfica fue muy limitada. Por el contrario, la
domesticación en el Oriente Próximo llegó a dominar toda la cuenca
Mediterránea debido a las rutas comerciales, que han actuado como un
factor clave en la promoción del flujo genético de esta especie. Estos
eventos se relacionan con la migración temprana de agricultores en
Europa y con la consolidación de la viticultura en la formación de
sociedades sedentarias.
Según los investigadores, el origen del vino en Europa occidental
está asociado a la fertilización cruzada (introgresión) entre las
poblaciones silvestres de Europa occidental y las uvas domesticadas de
Oriente Próximo, que inicialmente se utilizaron como fuente de alimento.
Esta introgresión, que tuvo lugar durante los períodos Mesolítico y
Neolítico (desde el 10.000 al 3.000 a.C), dio origen a ancestros únicos
en los Balcanes, en la Península Ibérica y en Europa Occidental.
La propagación de plantas domesticadas desde Oriente Próximo a nuevos
entornos europeos se asocia con un requisito de adaptación. “El flujo
de genes de las poblaciones silvestres a formas domesticadas puede ser
difícil de evitar y proporciona tanto una variación localmente adaptada
como un resurgimiento de rasgos silvestres. En vid, gracias a los cruces
con plantas silvestres, se han adquirido adaptaciones al medio que
están asociadas con el estrés hídrico y la resistencia a enfermedades”,
aclara Arroyo.
Esta introgresión adaptativa también se asocia con un cambio en el
uso de la uva, ya que algunos rasgos silvestres pueden comprometer su
uso comestible. En comparación con las uvas de mesa, las utilizadas para
elaborar vino son más pequeñas, de piel gruesa y con un menor contenido
de azúcar. Estos rasgos se asemejan más a los de las uvas silvestres,
lo que las hace más adecuadas para la elaboración del vino y menos
atractivas para comer.
Todos estos datos han permitido a los autores del estudio revelar el
importante papel de las vides en el inicio temprano de la agricultura en
toda Eurasia y concluir que los ciclos glaciales y la adaptación con
las accesiones silvestres dieron forma al proceso doble de domesticación
de la uva y al auge del vino.
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Fuente: Comunicación CSIC